Hoy ha salido el sol. Ya era hora. Al levantar la persiana del comedor me ha regalado a la vista una preciosa imagen del Montseny enharinado, qué bonito.Y qué frio!!!
El Montseny desde mi ventana
Las plantitas de mi terraza estaban desequilibradamente hidratadas. Las de más a fuera encharcadas y las de más adentro secas. Todo y el fresco que curtía la piel he decido dedicarme un poco a ellas: quitar hojas secas, regar las que lo necesitaban, podar un poco el jazmín, mover con un pequeño rastrillo un poco las tierras, incluso he plantado semillas de mastuerzo de hojas lisas que son unas hierbecitas para la ensalada, para esas ensaladas con diferentes verdes y diferentes sabores que tanto me gustan (como dice mi amiga Dolores: “es que tu eres muy macrobiótica”, y no sabe ni lo que dice, pero yo la entiendo).
Pues si, me relaja cuidar de mis plantas y eso que últimamente las he abandonado tanto…
Con el trabajo manual que supone esta labor de jardinera ha empezado mi mente a ir hacia el pasado y recordar el espectacular “jardín” que tenía yo en mi ático, el primer piso en que vivimos cuando me casé. Siempre he tenido buenas manos con las plantas, o buen corazón, no sé. Dicen que hay que quererlas y yo desde luego lo hacía. Y me sentía recompensada porque lucían muy bien. Me recompensaban mi dedicación. No se me moría ni una, ni las de dentro de casa ni las de fuera. Tengo amigas a las que nos les vivía ni una y siempre me envidiaban. “Hay que regarlas, chata, eso como mínimo”- les tenía que decir a veces. Y es que claro si no hacemos ningún esfuerzo… (Y esto, permitidme el paréntesis, es como con los amigos, hay que cuidarlos, hay que cultivarlos, hay que regar ese otro jardín también. Es una metáfora de esas que a mi me gustan y que uso mucho y que me viene como anillo al dedo).
Las flores son preciosas. Las hay de todos tipos, colores y formas. Simbolizan infinidad de cosas y sirven para otra infinidad también. A mi nunca me ha gustado que me regalen flores porque eso tan precioso muere pronto. Y ese regalo no perdura. Solo la rosa de Sant Jordi, esa si que la quiero, pero porque detrás de esa rosa roja hay para mí muchas cosas. Y esa además la seco y me dura muuuuuucho tiempo. Pero esa y nada más. Ahora detesto que me regalen flores. Y eso que ahora tengo el florista en casa o quizás por eso.
Habría tantas historias de flores que explicar…….
El homenaje de hoy va a ser para esa planta mía, más agradecida que ninguna y a la que un día di por desahuciada, cuando se cayó el tiesto de la planta y sigue ahí, luchando contra viento y marea. Como lo leéis. Se le escapó por debajo el tiesto y se quedó sujeta al aro unido a la baranda, con la tierra enganchada a las raíces. Esta de la que os adjunto una foto, esa que hace años que no tiene ni tiesto, esta que ya vino del otro piso, o sea que tiene por lo menos más de 12 años, esa que cuando la riego, porque en verano si que la riego aunque no tenga tiesto, se me cae el agua por todas partes, esa que no quiere morir, esa cuya prima hermana ha aparecido también en la terraza del trabajo de un amigo mío, esa de la que no sé ni el nombre, esa que se lo ha ganado a pulso y esa a la que prometo voy a empezar a tratar como una reina.
Mi planta sin maceta
Bueno, las dejo a todas servidas. Y a vosotros también. Que queden todos los jardines bien regados.